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De dónde proceden los duendes y las hadas? Folkloristas, filósofos, historiadores y místicos se han cuestionado el origen de estos seres durante siglos. Nadie tiene certezas al respecto, pero los cuentos de hadas son populares en todos los continentes y se conocen los atributos de estos “seres escondidos” hasta el día de hoy.

Algunos eruditos ven en los cuentos de hadas vestigios de religiones paganas, donde estos pequeños entes eran huellas de antiguas y poderosas divinidades.

Otras posturas insisten en que los duendes son “ángeles caídos”, que fueron expulsados del Paraíso, pero que al no ser lo suficientemente malos, tampoco les correspondía el Infierno. Así se convirtieron en almas de niños errantes, que murieron sin ser bautizados. Se trata de pequeños fantasmas.

Durante el siglo XV, el alquimista Paracelso clasificó las hadas y duendes con los siguientes nombres, teniendo en cuenta el ambiente en que aparecían -los cuatro elementos fundamentales de los que hablaron los presocráticos-: las “sílfides” (duendes del aire), los “gnomos” (duendes de la tierra), las “ondinas” (seres del agua) y las “salamandras” (habitantes del fuego). Según Paracelso, son individuos de carne y hueso a quienes les gusta cortejar a los humanos. 


En el siglo XVII, un ministro escocés llamado Robert Kirk escribió que los duendes y las hadas constituían una naturaleza intermedia entre hombres y ángeles, de livianos cuerpos cambiantes, que se veían con más frecuencia durante el crepúsculo.

Hacia el siglo XIX, las hadas y los duendes comenzaron a ser el tema predilecto del Espiritismo. Esta doctrina los dividió en dos grupos: seres inferiores que habitan jardines, ríos, piscinas o bosques, y seres superiores, que dominan el espacio astral.

Ya en el siglo XX, la Teosofía de de Carlos W. Leadbeater reveló un método para clasificar las hadas inspirado en la teoría darwiniana de la evolución.

Leadbeater sostuvo que existen siete niveles de duendes y hadas. Comenzaron teniendo una vida mineral hasta evolucionar en bacterias y algas. Constituyeron hierbas y cereales, reptiles y aves, mar, flora y fauna hasta convertirse en sílfides y concluir en ángeles.

Otro teósofo, Eduardo Garner, consideró que la función de los duendes en la Naturaleza era suministrar un vínculo entre las plantas y la energía solar. 

Por su parte, el investigador Franz Hartmann consideró que los duendes formaban parte de la psicología humana: eran seres imaginarios.

Parte del folclore de los pueblos atribuye a los duendes la costumbre de burlarse de los humanos (recordemos a Puck, el duende travieso de la comedia “Sueño de una noche de verano”, escrita por William Shakespeare). Se cree que ahuyentan el ganado, que hacen llorar a bebés y niños y que gustan de las damas solteras. Aunque a veces ayudan a los mortales, por lo general son criaturas fastidiosas que se ofenden rápido y que pueden resultar peligrosas si se irritan. Las hadas tienen fama de ser tramposas. 

Se dice que los hombres que hayan entrado por accidente al “Mundo de las Hadas” pueden terminar sus días atrapados para siempre en su reino. El Folklore está lleno de relatos “preventivos”, que narran las amenazas de cruzarse con estos fantásticos fantasmitas de la naturaleza. 


Hadas Solitarias Y Sociables


Los duendes suelen ser criaturas atractivas, que mantienen amoríos con damas humanas. Sin embargo, se cree que los besos de estos duendes pueden resultar mortales. Muchas doncellas enfermaron y murieron después de ser amantes de duendes, especialmente durante el crepúsculo.

En las leyendas irlandesas, las hadas se casan con hombres humanos pero terminan regresando al mar, mientras que en las leyendas japonesas, los duendes se casan con sus prometidas y terminan robando la esencia vital de sus cónyuges. Los niños nacidos de estas uniones suelen ser criaturas solitarias, melancólicas y fantasiosas. 

Algunos duendes son benévolos y otros, malignos. En las leyendas populares escocesas, los duendes buenos moran en el Seelie Court,  mientras los duendes malos se congregan en el Unseelie Court,  junto a la reina oscura Nicnivin.

Un antiguo mito escandinavo habla de los Liosálfar (Elfos de Luz), unas criaturas compasivas que moran en el reino celestial de Alfheim. Y de sus opuestos: los Döckálfar (Elfos Oscuros), que son seres de gran tamaño que viven en clandestinidad y son malévolos. 

La grandiosa folklorista inglesa Katherine Briggs se inclinó por eludir las clasificaciones de hadas/duendes en “buenos” o “malos”. Prefirió catalogarlos como “solitarios” o “sociables”. 

Ella notó que, en diferentes circunstancias, los duendes son capaces de robar niños tanto como de ser inofensivos o de tener una influencia beneficiosa, permitiendo el crecimiento de las flores o ayudando a los pastores a reunir el rebaño.
 
Las hadas y duendes solitarios son generalmente asociados a sitios seguros: un pantano, un lago, la corteza de un árbol o el sótano de una casa de familia. En cambio, las hadas y duendes sociables adoran cazar, organizar banquetes, bailar y cortejar a otros duendes o a seres humanos.

En los relatos británicos, franceses, italianos, escandinavos y alemanes predomina un tipo de duende “fiestero”, al que le gustan la juerga y los desfiles. 

Otros folkloristas caracterizan a los duendes y hadas por el elemento de su ambiente natural, más que por su temperamento. Recordando a Paracelso, estarías relacionados con la tierra, el aire, el agua o el fuego. 

Los duendes de la tierra son más frecuentes en las zonas de Coblynau (entre las colinas de Gales), en Gandharvas (India), Erdluitle (Italia del norte), Maanväki (Finlandia), Thrussers (Noruega), Marzalek (Polonia), Illes (Islandia), entre otras. 


Hadas Del Aire Y Del Fuego

Los duendes y hadas asociados con el aire se conocen como “sílfides”, están dotados de alas y pueblan numerosos libros infantiles ilustrados. Estas imágenes fueron popularizadas durante la Inglaterra victoriana.

Algunos ejemplos de duendes del aire son: el luminoso Soulth irlandés, la Star Folk de la tribu algonquina, el Atua de Polinesia, así como las hadas buenas de las leyendas persas, que van dejando rastros de hermoso perfume por donde vuelan.

Existen duendes que desatan fenómenos atmosféricos como ciclones, e incluso pueden atacar naves voladoras. Ejemplos de estos pícaros seres son el Spriggans de Cornwall, el Vily de Slavonia,  el Vintoasele de Serbia y Croacia, el Rusali de Rumania  y el travieso Folletti de Italia. 

Y el ser asociado al fuego es la salamandra, un espíritu elemental muy apreciado por los alquimistas durante el Renacimiento. Asociado con el fuego encontramos a los duendes Djinn -de origen persa y comportamiento malévolo- así como a Drakes (o Drachen), un habitante de las islas británicas.


Algunas historias describen hadas y duendes que protegen las chimeneas, como el Gabijade Lituania y el Natrou-Monsieur de Francia.  El egipcio Muzayyaraes fogoso, galante y atractivo; se trata de un personaje popular incluido en los cuentos de esa región, al que le encanta cortejar a las hadas.  
 
Aun cuando los duendes y las hadas son criaturas habituales en diversas mitologías del mundo entero, su universo fantástico más variado y numeroso se encuentra en Gran Bretaña, por ello la literatura inglesa los escoge con frecuencia como protagonistas o personajes de relativa importancia argumental.

Muchos romances del período medieval inglés mencionan hadas y duendes. Son hombres y mujeres que tienen poderes mágicos, viven en palacios encantados, falsifican armamentos mágicamente y hechizan o engañan a mortales inocentes. Recordemos que la Dama del Lago a quien Arturo ofreció su espada Excalibur era un hada.

Como decíamos antes, en los relatos del Rey Arturo, las hadas y duendes son muy frecuentes, así como en el resto de la tradición galesa y bretona. Incluso los Cuentos de Canterbury de G. Chaucer mencionan a una reina-elfo vinculada al antiguo cortejo artúrico.

Un romance francés del siglo XV, proveniente de Burdeos, se popularizó rápidamente en Inglaterra. Esta historia daba vida al Rey Oberon y a la Reina Mab, cuya corte estaba rodeada de caballeros.

Fue este romance el que ofreció inspiración a William Shakespeare, quien incorporó algunos de sus personajes a los célebres dramas Sueño de una noche de verano y La tempestad. 


Las Hadas Perversas De Cantabria

El origen de la palabra “hada” proviene de la traducción del latín “fatum”, que significa “hado” o “destino”.

Se trata de una criatura fantástica, celestial, con aspecto de bella dama, muchas veces alada. Se dedica a proteger a la Naturaleza y está emparentada con el mundo sobrenatural de los gnomos, sirenas, duendes, elfos y gigantes.

En los cuentos populares de la Edad Media se vincula a las hadas con hechizos y encantamientos producidos a través de la manipulación oratoria -rasgo compartido con las sirenas-. Se dice, también, que utilizan diversas hierbas para mantenerse hermosas y joviales, además de atesorar riquezas.

Aunque parezca que actúan inocentemente, sus actitudes suelen parecer perversas. En la mitología de Cantabria se las denomina “anjanas”. Por ejemplo, las anjanas del Valle de Aras se caracterizan por tener unos pechos de gran tamaño, ser feas, y cambiar de aspecto voluntariamente. 


Esta clase de hadas existen también en la isla Gotland, en Suecia. Son, además, típicas de Galicia (conocidas bajo la denominación de Sacias), de Cataluña (Fadas y Goljas) y de las Islas Baleares (Damas de Aiguo).

Cabe destacar que los mitos nórdicos y helénicos -poblados de dríades y ninfas, comunes en la literatura homérica y ovidiana- ejercieron notable influencia en nuestra concepción sobre las hadas.

Con el paso del tiempo, Escocia, Irlanda, Gales y muchos otros pueblos de Europa fueron construyendo un corpus vivo de tradiciones colectivas acerca de estos seres fantásticos, nutrido por las leyendas célticas.

Al principio, las hadas eran antropomórficas, pero los pequeños y traviesos seres descritos en los dramas shakesperianos modificaron la idea que de ellas se había forjado Europa, en especial los escritores ingleses.

Entre las caracterizaciones de estas criaturas encontramos que pueden ser buenas o perversas, que brindan y reclaman auxilio a los hombres y que pueden ser peligrosas porque castigan a quien no cumple sus deseos.

Muchas hadas fueron, en un pasado, mujeres humanas que se transformaron en criaturas del Ultramundo por haber cometido alguna infracción contra la naturaleza.

Se dice que las hadas pueden ser “desencantadas” en fechas concretas del año como “la noche de San Juan”... Ese día, suelen asomarse a las aguas límpidas de un lago y solicitar el retorno a su auténtica forma. 

Hadas y Duendes Literarios

Los duendes constituyen el eje temático de un poema extraordinario escrito por Edmund Spenser, titulado Faerie Queene y escrito a finales del siglo XVI. Sin embargo, la obra spenceriana debe mucho más a los romances italianos que a las leyendas inglesas sobre hadas. 

Durante el siglo XVII, estos pequeños seres inspiraron también la obra Nymphidia, de Michael Drayton, escrita en 1627. Se trata de un texto satírico que tiene como protagonistas al Rey Oberon, a la Reina Mab y a un miserable caballero llamado Pigwiggen.

La serie de poemas Hesperides, escrita por Robert Herrick, también bosqueja al Rey Oberon y comparte un tinte satírico, aunque más oscuro y sensual que el Fairyland de Drayton. 

Hacia el siglo XVIII, los duendes fueron la figura estelar del cuento The rape of the Lock, de Alexander Pope. Y también formaron parte de Los viajes de Gulliver, la grandiosa sátira de Jonathan Swift. Sus pequeños liliputienses condensan varios rasgos típicos de los duendes.


Un siglo más tarde, Bishop Thomas Percy comenzó a recolectar antiguas baladas folklóricas británicas y las publicó en un famoso volumen denominado Reliquias de la Antigua Poesía Inglesa.

Es probable que muchas antiguas baladas se hayan perdido para siempre; el mismo Percy mencionó que en el pasado, muchas criadas de cocina utilizaban manuscritos para encender el fuego… 

La faena de Percy influenció notablemente la obra de escritores del Romanticismo alemán, y también de poetas anglosajones del nivel de Samuel Taylor Coleridge,  Robert Southey o John Keats.

Estos tres poetas escribieron poemas sobre hadas, aunque los más conocidos y aclamados son los de Kyats: Lamia y La bella mujer de Sans Merci.

Otros escritores de finales del siglo XVIII y principios del XIX que se dedicaron a ficcionalizar duendes y hadas son Tom Moore, Thomas Hood, Allan Cunningham  y Diego Hogg. 

También Sir Walter Scott se inspiró en la obra de Percy y escribió textos que constituyen una relevante herencia folklórica de Gran Bretaña.  Las ficciones de Scott se basan en los duendes nativos escoceses y fueron muy influyentes en su época.  

Cabe destacar que este escritor se núcleo en torno a un grupo de poetas y anticuarios que se interesaron por la conservación de viejos cuentos campesinos en una nación que se urbanizaba rápidamente. 


Nostalgia Por Las Hadas

Gracias a la influencia escocesa, aparecieron en Irlanda dos volúmenes sobre historias populares de duendes y hadas durante el siglo XIX: el libro “Mitología de duendes” -escrito por Thomas Keightley-  y “Leyendas y tradiciones del sur de Irlanda”, cuyo autor es Thomas Crofton.

Estos libros fueron enormemente populares y revolucionaron el ambiente folklórico. La literatura y el arte victorianos del siglo XIX generaron excitación entre la intelectualidad de Londres. A la vez, los cuentos mágicos y los poemas folclóricos alemanes de tinte romántico de escritores como Johann Wolfgang von Goethe, Ludwig Tieck y Novalis, entre otros, poblaron las revistas inglesas del período. 

Las ondinas inspiraron un gran número de historias,  pinturas, y producciones dramáticas acerca de las “hadas amantes”, entre las que podemos incluir la historia danesa de Hans Christian Andersen: “La sirenita”.

Tales historias reclamaban lectores que pudieran interesarse en materias del ocultismo y fenómenos psíquicos paranormales. Por este motivo, gran parte de la audiencia se dedicaba al espiritismo.


Se ha calificado al arte “de hadas y duendes” como portadora de una estética aristocrática. Algunos artistas victorianos que desarrollaron este género son William Blake, Noël Paton, John Anster Fitzgerald,  Richard Dadd, Richard Doyle, Daniel Maclise, Thomas Heatherly, Leonor Fortesque-Brickdale y muchos otros. Todos exhibieron sus creaciones en prestigiosas galerías y en la londinense Academia Real.

Cabe aclarar que tales obras son dirigidas a los adultos y no al público infantil, contra lo que podría pensarse a priori. John Anster Fitzgerald pinta figuras de hadas en escenarios oscuros o de perfil alucinógeno, por influencia del opio.

Por otra parte, Richard Dadd pinta obsesivamente contornos de hadas insertos en un hospital psiquiátrico donde el propio pintor fue encerrado después de la muerte de su padre.

Otro ejemplo: las pinturas de Sir José Noël Paton, donde aparecen hadas y duendes desvistiéndose, así como elementos de clara connotación sexual.

La pasión victoriana por los duendes y las criaturas fantásticas entre la población adulta ha sido explicada como una vía de escape frente a la creciente mercantilización de la sociedad, después de la Revolución Industrial. Gran Bretaña pasó rápidamente de un pasado rural a un presente mecanizado.

Mientras las fábricas transformaban el paisaje de extensos territorios donde antes había campiñas, las pinturas de hadas y duendes fueron la consecuencia de la nostalgia, durante el proceso de desaparición de costumbres pueblerinas. El artista Edgard Burne-Jones llegó a decir estas hermosas palabras: “Por cada locomotora que ellos construyan, yo pintaré un ángel”.

Particularmente, el arte del prerrafaelista Brotherhood -que retrataba escenas donde el romance, la leyenda y el mito ocupaban el primer plano- promovió un medievalismo soñador. 


Música Y Ballet De Hadas

Arthur Rackham, Edmund Dulac, Warwick Goble, los hermanos Robinson,  Jessie M.  Rey y otros tantos ilustradores produjeron una maravillosa imaginería sobre hadas entre finales del siglo XIX y principios del XX. Jessie M. Rey, por ejemplo, sostiene que sus bellas ilustraciones sobre duendes derivan de las visiones paranormales de su “tercer ojo”.

Antes del auge de la televisión y del cine, el teatro, el baile clásico y la ópera victorianas tuvieron gran relevancia como vías de entretenimiento popular.

Hacia el año 1830, el nuevo baile clásico del Romanticismo -el ballet- emocionó amplias audiencias en Londres con producciones que dramatizaban cuentos amorosos protagonizados por seres humanos y hadas. Presentaba innovaciones como el perfeccionamiento en las técnicas de iluminación y de la coreografía de danza.  


Una suntuosa producción fue La Sylphide, la historia trágica de un mortal que se enamora de una sílfide de menor jerarquía social. En el teatro, los juegos de los duendes fueron elaborados con efectos especiales que despertaron gran interés.

La música de hadas fue otro fenómeno popular, importado de Alemania (especialmente de las “óperas de hadas” escritas por Weber sobre Oberon, las ondinas de Hoffman  y la obertura de Mendelssohn sobre Sueño de una noche de verano).

La música de las hadas utilizaba mayoritariamente el arpa. Sin embargo, el baile y la música “mágica” alcanzaron su máxima expresión con Tchaikovsky, el brillante compositor ruso, quien popularizó en Londres sus bailes clásicos de fábula (como Swan Lakes, The Sleeping Beauty y The Nutcracker). Sus obras ganaron el afecto del público victoriano hacia el ballet mágico y fantasioso. 

En la literatura, los duendes anunciaron su presencia en numerosos libros publicados durante la citada época victoriana (escritos por Thackaray Ritchie, Lord Tennyson o William Morris). También se desarrolló una notable poesía sobre hadas célticas escrita por William Sharp y William Butler Yeats

En los tiempos victorianos  los niños pasaron de ser considerados intrínsecamente inocentes a ser intrínsecamente pecaminosos; la infancia se convirtió en una “edad dorada extra”, un tiempo de caprichosas exploraciones propias de la edad adulta.

Hasta que, durante el siglo XIX, los aburridos libros de instrucción moral fueron reemplazados por nuevas colecciones de fábulas europeas escritas por los Hermanos Grimm y Hans Christian Andersen, cuyos cuentos mágicos se afianzaron rápidamente en las islas británicas y esfumaron las temáticas sexuales de las lecturas infantiles. 


Cuentos De Hadas Y Crítica Social

Además de volver a narrar los cuentos tradicionales, los escritores victorianos inventaron nuevas historias de hadas para niños, valiéndose de los clichés del folklore fantástico nativo. Es decir: desarrollaron “hipertextos” de un “hipotexto” popular.  

Algunos títulos son “El rey del río dorado”, de John Ruskin, “La historia de Tom Thumb”, de Carlota Yonge, “El extraordinario negocio Goblin”, de Christina Rossetti, “Los bebés del agua”, de Charles Kingsley, “La princesa y el goblin”, de George Macdonald y “Puck, de la colina de Pook”, de Rudyard Kipling. 


El folklorista John Zipes clasificó la ficción infantil en un libro que publicó hacia el año 1860, estableciendo dos tipos básicos: las historias convencionales y las historias que aportan una nueva imaginería.

Aun cuando varios relatos innoven dentro del género -por ejemplo, las historias de hadas de Juana Ingelow o los cuentos de fantasmas de María Louisa Molesworth- la mayoría retoma estereotipos clásicos de duendes que vuelan como mariposas.

George Macdonald, Lewis Carroll, Oscar Wilde, Lorenzo Housman, Maddox Ford, Edith Nesbit -especialmente en sus últimos trabajos- y muchos otros escritores gestaron mágicos cuentos que pueden ser interpretados como ácidas críticas de las costumbres victorianas, en clave alegórica o subliminal, promoviendo la posibilidad de una sociedad mejor. 

En estas historias, los duendes revolotean por las calles de Londres; en vez de las típicas escenas bucólicas, las hadas habitan galerías urbanas.

Muchas de ellas piden limosna, viven como vagabundas, carecen de hogar, conviven con hombres y mujeres desesperados por falta de trabajo y vivienda, todos ellos desalojados por la nueva economía capitalista.

En el círculo de las artes visuales, siguiendo los pasos de los pintores del siglo XVIII, artistas como Noël Paton, John Anster Fitzgerald,  Ricardo Dadd, Ricardo Doyle, Daniel Maclise, Tomás Heatherly,  Leonor Fortesque-Brickdale y muchos otros inauguraron el estilo pictórico que podríamos llamar “duendesco” o “hadesco”. 


Origen De Hadas Y Duendes

Creencias tradicionales de carácter folklórico confiaron desde temprano en la existencia de duendes y hadas, aunque no siempre les atribuyeron un origen definido. Las explicaciones variaron cultural, regional y epocalmente.
 
Una creencia popular sostiene que las hadas son mujeres difuntas, es decir: fantasmas.

Para la alquimia, fueron consideradas parientes de los gnomos y de las sílfides. El folklore sostiene que muchos duendes son “criaturas del aire”. Una tercera opinión los considera ángeles pecadores: cuando los ángeles se rebelaron,  Dios ordenó que las puertas del Cielo se cerraran. Quienes quedaron dentro se convirtieron en ángeles, quienes estaban en el Infierno se transformaron en demonios, y aquellos que quedaron atrapados en la tierra son duendes y hadas

Una cuarta postura cree que los duendes son espíritus de una familia amigable. Un relato folklórico de origen escandinavo cuenta que una mujer buscó en vano a sus hijos por todos los rincones pero jamás los halló, porque se habían convertido en fantasmas escondidos: los famosos duendes. 


Etimológicamente, “duende” proviene de duen de casa, es decir: dueño de la casa. Según la RAE, se trata de un espíritu fantástico que habita en algunas casas y travesea, causando trastornos y estruendo en ellas. En las narraciones tradicionales, suele aparecer bajo la figura de viejo o de niño.

En tanto el vocablo “hada” proviene del latín fata, y del vulgarismo fatum, que quiere decir “hado”. Se trata de un ser fantástico que suele representarse bajo la forma de mujer, a quien se atribuye poderes mágicos y el don de adivinar el futuro. Además, a cada una de las tres parcas se las conoce como “hadas”.

Los duendes también tienen habilidades para la adivinación, el esoterismo y las ciencias ocultas. Pero se afirma que sus hechizos son ineficaces contra alguien que posea un trébol de cuatro hojas.

También se afirma que el método más efectivo para ahuyentarlos es mostrarles una imagen de San Patricio, el santo patrón de Irlanda, ya que fue él quien los desterró de la casa de Dios.

El día de este santo, celebrado el 17 de marzo, se conoce como la ocasión ideal para que todos los duendes y demás criaturas fantásticas salgan de sus escondrijos para hacer travesuras y sembrar calamidades por doquier.

Los duendes son también conocidos como brujos, hechiceros o druidas satánicos, estos últimos dentro de las tradiciones célticas. 


El Duende De Lorca

Los duendes son criaturas mitológicas que comulgan con la naturaleza rural: vigilantes de bosques, guardianes de animales y plantas. Integran la raza conocida como “feérica” al igual que los trolls, las hadas y los elfos, que fueron popularizados a través de los mitos celtas y nórdicos.

El escritor andaluz Federico García Lorca desarrolló una teoría estética donde despliega sus ideas acerca del proceso de creación artística en relación al “misterio de los duendes”. En “El teatro y la teoría del Duende", conferencia dictada primero en Buenos Aires y luego en La Habana, en el año 1933, Lorca explica que el gran arte depende de un conocimiento cercano de la muerte, de la conexión con los orígenes de una nación y de un reconocimiento de las limitaciones del raciocinio.  

El “duende”, para los andaluces, alude a la interpretación subliminal de la tauromaquia (el arte de los toros) así como de cualquier otro fenómeno como el baile o el cante. Estas manifestaciones transportan al artista a una experiencia “de la muerte”, ya que evadirse del tiempo implica tocar el fin de la existencia. El arte que nace de la mera reproducción de formas es opuesto al “arte del duende”.

Según Lorca, la obra de arte inspirada por el duende nos comunica la esencia del mundo, como sucede con la música de los cantaores flamencos. En su conferencia “juego y teoría del duende”, Federico García Lorca los califica de la siguiente manera:   


“…En toda Andalucía, roca de Jaén y caracola de Cádiz, la gente habla constantemente del duende y lo descubre en cuanto sale con instinto eficaz. El maravilloso cantaor El Lebrijano, creador de la Debla, decía: «Los días que yo canto con duende no hay quien pueda conmigo»; la vieja bailarina gitana La Malena exclamó un día oyendo tocar a Brailowsky un fragmento de Bach: «¡Ole! ¡Eso tiene duende!», y estuvo aburrida con Gluck y con Brahms y con Darius Milhaud. Y Manuel Torres, el hombre de mayor cultura en la sangre que he conocido, dijo, escuchando al propio Falla su Nocturno del Generalife, esta espléndida frase: «Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende». Y no hay verdad más grande. 

Estos sonidos negros son el misterio, las raíces que se clavan en el limo que todos conocemos, que todos ignoramos, pero de donde nos llega lo que es sustancial en el arte. Sonidos negros dijo el hombre popular de España y coincidió con Goethe, que hace la definición del duende al hablar de Paganini, diciendo: «Poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica». 

Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: «El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies». Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto. 

Este «poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica» es, en suma, el espíritu de la sierra, el mismo duende que abrazó el corazón de Nietzsche, que lo buscaba en sus formas exteriores sobre el puente Rialto o en la música de Bizet, sin encontrarlo y sin saber que el duende que él perseguía había saltado de los misteriosos griegos a las bailarinas de Cádiz o al dionisíaco grito degollado de la siguiriya de Silverio. 

Así, pues, no quiero que nadie confunda al duende con el demonio teológico de la duda, al que Lutero, con un sentimiento báquico, le arrojó un frasco de tinta en Nuremberg, ni con el diablo católico, destructor y poco inteligente, que se disfraza de perra para entrar en los conventos, ni con el mono parlante que lleva el truchimán de Cervantes, en la comedia de los celos y las selvas de Andalucía. 

No. El duende de que hablo, oscuro y estremecido, es descendiente de aquel alegrísimo demonio de Sócrates, mármol y sal que lo arañó indignado el día en que tomó la cicuta, y del otro melancólico demonillo de Descartes, pequeño como almendra verde, que, harto de círculos y líneas, salió por los canales para oír cantar a los marineros borrachos.” 


Hadas De Los Mares Y De Las Cuevas

Según la mitología nórdica, las hadas son mujeres humanas que, después de haber cometido algún atentado contra la Naturaleza, recibieron el castigo de vivir bajo la apariencia de un insecto volador en el “Reino de las Hadas”.

Existen hadas con poder destructivo contra la Humanidad -especialmente cuando los hombres maltratan el ecosistema, como puede ser mediante la tala indiscriminada de árboles-.

Se dice que solían raptar infantes con el objetivo de transformarlos en “criaturas feéricas” y forjar una raza intermedia, cruza de hadas con hombres. Durante el período medieval, los niños que tenían aspecto enfermizo y palidez cutánea eran considerados “hijos de las hadas”. 


Algunas veces, las bellas hadas engañaban a un caballero de la nobleza con el fin de tener un hijo que fuera mitad humano mitad criatura feérica. Para que el bebé pudiera sobrevivir, el esposo jamás debía orar ni ver a las hadas totalmente desnudas... No eran más que supersticiones que alimentaron los fantásticos “cuentos de hadas” primitivos.

Existen las hadas de los mares, de las cuevas, de las fuentes y de los bosques, entre otras.

Las hadas de los mares se conocen con el nombre de “sirenas”. Se trata de criaturas fabulosas, aparecidas por primera vez en la mitología helénica.

Aunque originalmente eran seres híbridos (mitad mujer, mitad pájaro), más tarde se las representó como jóvenes doncellas dotadas de una cola de pez. Este es el motivo por el que el idioma inglés distingue entre el vocablo “siren” (que significa la acepción original) y “mermaid” (la segunda acepción indicada).

Por otra parte, las “hadas de las cuevas” se conocen con el nombre de “lamias”. Su presencia se remonta también a la mitología helénica y alude a una reina de Libia llamada Lamia, amante del dios olímpico Zeus.

Los celos de Hera, esposa del dios, desencadenaron una tragedia: despechada, la convirtió en un monstruo y asesinó a todos sus descendientes. El castigo que le infligió Hera, además, fue la incapacidad de cerrar los ojos. Pero Zeus le permitió que pudiera sacarse los ojos para descansar.

Además, los “lamiae” son diminutos monstruos de África que mataban a los niños pero tenían un canto muy bonito (en la actualidad se los llama “lémures”). Estos seres fantásticos poblaron relatos populares con los que las madres amenazaban a sus hijos traviesos, cuando se portaban mal.

Hadas De Las Fuentes Y De Los Bosques

Las hadas de las cuevas, llamadas “lamias”, inspiraron poemas de los escritores anglosajones John Keats y Robert Burton.

También tenemos las “hadas de las fuentes”, conocidas como “ninfas”. Según la mitología helénica, una ninfa es un espíritu femenino de la naturaleza, vinculado a un sitio geográfico en especial.

Habitualmente acompañaban a los dioses y eran el “blanco perfecto” de sátiros lascivos. Las ninfas personificaban labores creativas, tareas del intelecto. Su etimología, en griego, se traduce como “novia” y “velado”, es decir: alude a la mujer casada o en edad de contraer matrimonio.

Otro posible origen de la palabra se remonta al latín “nubere” y al alemán “Knospe”, cuyo significado connota la idea de “crecimiento”. De acuerdo con Hesiquio de Alejandría, “ninfa” quiere decir “capullo de rosa”. 


Las ninfas habitan valles y zonas montañosas que poseen ríos o manantiales. A veces funcionan como séquito de dioses de mayor jerarquía como Dionisio, Artemisa, Hermes, Pan o Apolo.

Las hadas de los bosques son llamadas “dríades”. En griego, este vocablo significa “espíritu de los árboles”. Estas criaturas prosperan en la mitología helénica e hindú.

Desde que nacen, las dríades establecen un lazo con un árbol particular. Según la mitología celta, casi siempre se trata de robles (dado que el vocablo “drys”, en griego antiguo, significaba “roble”).

Antiguamente, los griegos creían que dentro de las bellotas vivían personas, mientras que las cariátides moraban siempre junto a un nogal. Las dríades, por su parte, fueron asociadas en el mundo helénico a árboles como las melíades o los fresnos.

Las dríades que habitan los árboles son llamadas “hamadríades” (por ejemplo, Atlantia).

Igual que las ninfas, estos seres podían disfrutar de una vida sumamente longeva. Sin embargo, cuando el árbol elegido moría, ellas compartían su mismo destino.

Es por esta razón que estas hadas-deidades infligían un duro castigo a los humanos que destruían los bosques sin antes ofrecer una hecatombe u ofrenda a las ninfas. 


Hadas En Las Artes Visuales

En el mundo de las artes visuales, el pintor inglés Brian Froud ha explorado el reino de las hadas durante veinticinco años, empezando por la publicación de Hadas y luego con títulos como Hadas buenas, hadas malas, El Hada de la señora Cottington y Las runas de Elfland. Es probablemente el pintor más conocido como “artista hadense” (fairy artist) del mundo contemporáneo.

Por su parte, Wendy Froud es una escultora que recrea el universo de las hadas adoptando una estética pre-rafaelista. Su labor ha sido retratada en el libro El arte de Wendy Froud y en tres libros para niños: La historia del sueño de una noche de verano, El niño invierno y Las hadas de Spring Cottage. 

El pintor japonés Yoshitaka Amano nos ofrece una interpretación británica del folklore japonés en su bella colección Hadas, donde incluye además una disertación de Kimie Imura acerca de las diferencias entre las tradiciones folklóricas orientales y occidentales en relación a las criaturas feéricas. 


También Carlos Vess ha retratado imágenes de hadas en libros ilustrados y tiras cómicas, especialmente en Polvo de Estrellas, escrita en colaboración con Neil Gaiman dentro del Libro de las baladas. También ilustró el texto de Susanna Clarke, Las señoras de Grace Adieu. 

Además, el pintor Ernie Sandidge ha utilizado imágenes de hadas que exploran temas de la fantasía sexual y la obsesión posmoderna por la “cultura de la juventud”. Sus pinturas se expusieron en Nueva York en el año 2006.  

Hoy, los ilustradores que siguen los pasos de Rackham y Dulac, pintando imágenes para niños, son Tony DiTerlizzi, Michael Hague, Iain McCaig, Gary Lippincott, Larry MacDougall, Lauren Mills y Ruth Sanderson. 

Suza Scalora ha publicado libros de "Fotografías de hadas" (donde también aparecen duendes, brujas y hechiceros). Amy Brown es otra prestigiosa ilustradora que suele pintar duendes de ojos muy abiertos, imágenes extraordinariamente populares entre las adolescentes.

La resurrección del interés por el arte victoriano de las hadas fue impulsada por la exposición itinerante organizada en el año 1997 por la Universidad de Iowa y la Academia Real de Londres. 

En el año 2002, Abbaye Daoulas -en Gran Bretaña- ofreció una extensa exhibición sobre el arte de las hadas, que incluía la presentación de manuscritos del siglo XII hasta la actualidad. 

Las más famosas pinturas del arte victoriano, hoy, son editadas con textos de Jeremy Maas, mientras que los duendes del arte victoriano más prestigiosos son los de Cristobal Word, y los de elfos o dragones son editados por Michel Le Bris y Claudine Glot.  

Existen numerosas historias de seres humanos secuestrados en el “Reino de las Hadas”, especialmente bebés, niños, jóvenes niñas atractivas y músicos. En numerosos relatos folklóricos, cuando un bebé es arrebatado de su cuna se le atribuye está acción a un duende travieso.

♠..- Cidí Amon -..♠

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